13.7.14

ZUNAS, ACEDIAS Y METEORITOS

¿Es concebible abrazar una religión fundada por otro?
Emil CIORAN
Ese maldito yo

Mis obsesiones, una vez publicadas, no se van de mi alma porque siempre he puesto el alma en ellas.

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Lo más florido de la vida no echa raíces, pero las hace patentes en el temblor sin temor que imprime a sus pétalos.

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Las verdaderas demoliciones, como los verdaderos partos, empiezan y terminan por uno mismo.

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Los genios se inventan las reglas; los mediocres, sólo las cumplen.

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A medida que aumentan los miembros de una comunidad, el valor del individuo disminuye.

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Demora que me demora, muero en el ya cuando el vivir no es ahora.

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Los actos de desesperación se abrevian en la distancia que va del casi nunca aceptables al casi siempre excusables.

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Confortable gesto es condenar el uso de la violencia cuando no se ha sido damnificado por ella.

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La profusión de necedades adornadas con doctorado demuestra hasta qué punto son prescindibles los mentecatos y los títulos.

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Siempre estoy en los límites de mi resistencia porque, en ellos, obtengo por victoria mi vencimiento.

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Intenta vencerme y verás a dos, todo vencidos, vencedores de nada.

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Dios no me ofende, me ofende la existencia donde debemos tomarlo de más o darlo por perdido.

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Siento lo suficiente para no sentir el dolor que mi alma siente cuando no lo siente.

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En un dolor caben todos los dolores que han sido para que en los dolores venideros tengan cabida todos los que ahora son.

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Ninguna obviedad constituye una posición donde sea factible descansar; todo está carcomido y, en sus cimientos, nada es tan obvio como lo contrario.

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Querer estar en todo y no ser nada, que está en todo.

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Me sirvo de la combustión interna de los libros para llevar luz a la vida que  consumo minando con mis ojos la oscuridad infinita.

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Transmutante. Conmigo se ha engendrado un híbrido por catalogar: un tercio de fauno, otro de judío y el último, más inestable, de un vacío que me repleta al distinguirse de sí mismo.

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Me fascina recorrer los laberintos que las mujeres suelen tener por cabeza, máxime si los sostienen cuerpos de arrebato donde perderse de cabeza.

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Adicto a la lujuria. En deuda permanente con mis genitales, y estos con las realidades paralelas cautivas de los encantos femeninos, no descansaré hasta que mis coitos superen en frecuencia a los actos solitarios que, desde la pubertad, a su capricho me han infligido mis menesteres.

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En el viaje de solo a solo que fermenta lo propio del vivir en lo extraño del morir, siempre hay un vino de más y una mujer de menos.

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La pasión me enfría, y tanto es mi frío a menudo, que no logro subsistir sin el fuego de la pasión.

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Amar, y sólo amar, es oler con amor... aunque no se ame.

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En noches halagüeñas como la de hoy, con una luna sonriente a la temperatura idónea para retozar, a ciencia cierta comprendo que las flores de mis campos más queridos ora son de papel, ora se marchitan rodeadas por vallas infranqueables. Tú, amiga mía, no eres de papel, pero tengo que pintarte cada noche.


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Soledumbres. Qué solo está quien está a solas sin su soledad.

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Demos gracias al caos por no permitirnos acatar la coherencia hasta el extremo de perder el orden.

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Lo que a unos salva a otros condena, y aun quien se salva no está a salvo de condenarse por la inocencia con que se absuelve.

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Celebraría la prestancia de la condición humana si desconociera menos mi naturaleza.

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Follar, drogarse y matar: ningún valor es más seguro para invertir en nuestra especie.

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Ni el consentimiento popular, ni el liderazgo carismático, ni la fuerza del capital o de las armas, conceden legitimidad al ejercicio del poder. El poder ha inventado esta noción moral para sustentarse en una causa que no lo reduzca al crudo afán de dominio, su origen inconcuso.

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Como perros. El pueblo apaleado difícilmente se resiste a las caricias y muestras puntuales de generosidad que su castigador, si es hábil, tiene a bien dedicarle entre las ordinarias exacciones, atropellos y menosprecios.

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Quien te adula hoy, mañana se vengará por haberse disminuido ante ti; poco podemos hacer para soslayarlo, la coba es un veneno dulce pero seguro. Por contraste, de quien nos trata con altanería siempre podemos remedar el desdén que, en última instancia, es un músculo frente a todos los que se valen de devaluarnos para no sentirse desvalidos.

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Devorándose a sí misma, la sociedad contemporánea cree renovarse, y mediante la trama de relaciones que muchos de sus integrantes asumen como una participación activa en la cultura, se establecen apretados lazos de complicidad con los opresores, a los que ya no basta la conformidad abnegada de tiempos pretéritos.

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Intervenida por la religión y rea de las finanzas, lo sorprendente sería que la política dejara de fabricar pobres de espíritu, mutilados económicos y criminales sin más culpa que su renuencia a ser víctimas.

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Antes que ensamblador de palabras fui visionario, y el visionario no elige los universos que lo traspasan, sino que es elegido por ellos de la misma forma que un virus penetra en el organismo donde, a marchas forzadas, se multiplica.

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El instinto, que es el pulso de la historia, no es contrario a la razón, pero la linterna de la razón, idolatrada como una función intemporal, agoniza cuando no contraría los instintos y, con ellos, los hechos históricos.

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Heterodoxias cogitabundas. Agreste de su natío, propio de mentes erráticas y sin oficio, el pensamiento mana como un venero secreto y se abre a la conciencia como la efímera, impetuosa flor de un cactus en el desierto. Desafiada por el potencial semántico de este fenómeno subjetivo, la filosofía académica se ha desarrollado como una conspiración sistemática contra la índole salvaje de la propia experiencia reflexiva.

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Hay cosas tan envidiables que sólo merecen indiferencia.

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Las penas nunca terminan porque todo empieza de pena.

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No todos los yerros caben en una vida, pero en un yerro se va la vida.

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Cuanto más elevados son los ideales, más bajo caen sus apologetas.

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Cada desengaño nos aproxima un poco más al definitivo, que acaba por engañarnos del todo con nada.

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En la eternidad, lo sé porque soy mortífero, duraré un instante.

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Por la abrupta colina que es cada hombre en su declive, ruedan hasta desgastarse las piedras procedentes de otras colinas.

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Un hombre es una sociedad para sí, y una sociedad no es para sí más que un sueño descabezado de hombres desvelados.

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No me gusta la gente, me gusta la diferencia de gentes, pero eso ya no es gente, sino disgusto de las gentes con la diferencia.

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La vorágine en su espejo. A mayor extensión de vida, mayor muerte la recibe. En su ocaso y consecuencia, una es trasunto de la otra, que con otra es una.

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Hubiera estado bien dilatarse entre los astros hasta ver cruzar de nuevo la eternidad sobre el anacronismo pasajero de nuestros cráneos.

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Nada en la naturaleza precisa nuestra presencia, y nada en nuestra ausencia demanda tanta naturaleza.

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Todavía salen restos de otras obras en el núcleo de mi obra. Ser no es lo que uno es sin todo lo que no es cuando es todo lo que es.

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No te hagas de menos viviendo de más, ni te vivas de menos haciendo de más.

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Merecido reposo. No sé no hacer nada si antes no he hecho todo lo que sé hacer por nada.

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Sólo sé que me hago porque hay momentos en que nadie me hace como yo me deshago.

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Somos en cuanto perdemos nada más que cuanto somos.

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En cada día vivido subimos un peldaño sobre los abismos del mundo y avanzamos otro paso hacia el precipicio.

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Si cuesta más evitar la caída que tocar fondo, es porque no se ha tocado el fondo que hay en evitar la caída.

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En el ser humano se ramifican múltiples tipos de personalidad y todas acaban bifurcándose entre las que van a parar a la sima y las que se estancan en el atolladero.

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El mismo tropiezo que te hace despegar te empuja a morder el polvo.

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De estrago en estrago, me arregló un desarreglo.

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Resuélvanse los problemas sabiendo de antemano que de las soluciones surgirán otros, acaso más complejos, y de negarse a resolverlos, también.

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Tienden las malas cosas a concentrarse primero para esparcirse después; las buenas, cuando son más que menos malas, ofrecen lo mejor de sí mientras se disipan.

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Jamás seré grande para mí porque en mí, cuanto más crezco, más diminuto aparezco.

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Nada puede añadirse que no quite, ni quitarse que no añada, sobre todo, su nada.

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Si me das lo que te doy, te deberé lo que me debo.

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No es tu engaño lo que me enoja, sino el enojo con que me desengañas.

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Para lo irreparable busca uno vano remedio en su corazón, pero, al acercarse, cada latido lo aleja hasta una distancia donde resuena, como un martillo, lo irreparable.

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Nada es más insoportable que la idea de poder soportarlo todo sin nada más que lo insoportable.

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Sin un sentido que explique el sinsentido, todo un sinsentido explica el sentido.

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Nada encuentro ordinario si no me incluye, pero desde el principio todo lo ordinario me excluye.

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Nadie sabe quién soy, y, quienes lo saben, no saben que nadie soy. El cómo de un qué sin para qué destinado a inventarse su porqué, sólo eso soy cuando me colmo de lo que soy.

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Es más sencillo creer a una máscara que al rostro que, sin ella, se confiesa enmascarado.

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Hemos olvidado el futuro por la costumbre de no ver cuánto hemos pasado.

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Quizá en la muerte todas las muertes se junten para formar una vida en la que todas las vidas se resuman.

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En mi pobreza existe una gran riqueza que no he podido gastar por pobreza.

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Puesto que pronto has de volver, no tardes en volverte de tu parte antes de marchar a la parte de la que vuelves.


De pensar, a veces sangro. Y para ilustrarlo, traigo This is my blood del narcisista Marwane Pallas, cuya hemorragia visual se aviene con el torrente de mis letras.

2 comentarios:

  1. De los aforismos me interesan dos cosas:

    Lo que en ellos puede leerse entre líneas y el proceso de su ideación.

    Más allá de que disienta sobre su contenido, (no me siento acomplejado por nuestra mutua adulación ni buscaré reparación futura) su redacción me parece admirable, están escritos a martillazos desde el reclinatorio, ofrecen un recorrido desde la claridad de Nietzsche hasta el enfangamiento de Santa Teresa.

    Dada mi natural tendencia a la ociosidad me resulta inconcebible cómo tal cantidad, calidad y densidad de texto pueda ser alumbrada.

    Conociendo al autor supongo que se trata de un trabajo minucioso que requiere constancia y un orden exquisito pero a la vez imagino sesiones semidionisíacas que comiencen con un ritual que pueda incluir el encendido de una cachimba tolkienana o de un pebetero con benjui, la audición de músicas descritas en Carne de mi carne, la degustación de algún lúpulo afrutado y la consecución del trance en la penumbra de la biblioteca bajo la atenta mirada de un gato.

    Acláramelo.

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  2. De tu comentario me interesan dos cosas:

    La lectura que logras hacer entre líneas, y el motivo por el cual se oculta en un anónimo quien puede desmontar con tal pericia al autor que toma por objeto de su estudio.

    Más allá de la primera reacción de sorpresa y gratitud ante el contenido del escolio, que desde luego no me induce a experimentar complejo alguno al sentirme estimado por un intelecto de altura, me admiran los sutiles recursos utilizados para vislumbrar, desde la distancia, la diana en la que limpiamente acierta.

    Dada mi natural tendencia a la laboriosidad, poco saludable cuando no se derrama sobre cauces mayores que la rediman de sus propias inercias, así como claramente dañina siempre que tiende a negar los remansos de contemplación en los que desasirse, más que inconcebible el ocio sin incubación rara vez resulta consecuente con los trajines de mi temperamento. Ahora bien, que la consecuencia de esta actitud sea un parto venturoso ha de entenderse como una lúcida excepción dentro de mi obra si se considera el prolijo inventario de abortos y engendros literarios que llevan, con menos fortuna, mis señas de identidad. No deja de ser irónico, por otra parte, que me vea más autorizado para descalificar mis criaturas que para impulsarlas, ¡con lo que las quiero cuando al fin las libero de mí!

    En vista del conocimiento minucioso que pareces demostrar al sugerir ciertos modos solitarios de invocar lo apolíneo y lo dionisíaco, infiero que quien me dedica tan amables y suculentas palabras goza de mi confianza. Sin ánimo de abundar en detalles que desnuden mis costumbres privadas hasta la caricatura, la inspiración me llega por senderos inescrutables que se resisten al cálculo cartográfico; la composición, por el contrario, exige disciplinas que empiezan por una esmerada sobriedad cuyo hábito tampoco garantiza, lamentablemente, inmunidad frente al gazapo.

    Antes de concluir, me siento conminado a actualizar, al menos, uno de los datos que apuntas (la precisión me pierde): desde hace años, cuestiones metabólicas y de fluidez nerviosa me han enseñado a valorar el espíritu presente en ciertos mostos fermentados sobre las virtudes, un poco bárbaras, de los «lúpulos afrutados».

    Mi próxima escultura de humo será para ti y tendrá forma de serpiente emplumada.

    Un abrazo, seas quien seas.

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