17.12.07

SOBRE REALIDAD Y VERDAD


Sólo se me da la razón cuando estoy rotundamente equivocado.
Martín de ZARERA
Filosofía de mi estupidez


Sin ánimo de resolver la polémica naturaleza de la verdad y sin haber conseguido resolver la naturaleza polémica de mis ánimos, quiero exponer concisamente las conclusiones, siempre provisionales, a las que he llegado por medio del razonamiento libre de prejuicios, salvo del prejuicio de creer que el razonamiento todavía es posible. Por etéreo que parezca, de algún puerto hay que partir.

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Que no podamos conocer un hecho no implica que el hecho no exista, aunque pueda no existir. La realidad incluye todo, incluso lo que consideramos irreal pertenece a la realidad en tanto forma parte de nuestras consideraciones reales. Los hechos han sido, son o serán manifestaciones de la realidad en el tiempo del mismo modo que el tiempo es una manifestación de la realidad en los hechos, pero de ningún modo los hechos suponen toda la realidad. La realidad es lo que es más la posibilidad de que sea lo que no es. No puedo arriesgarme a decir más sin comprometer la sensación intuitiva de certeza con reiteraciones estériles. La realidad no puede ser calificada porque las calificaciones forman parte de la realidad, lo que quiere decir que el no poder ser calificada es una tautología de lo que puede ser en la realidad. Todo sucede dentro de la realidad porque pensar en lo que podría suceder fuera es seguir pensando desde dentro.

Los hechos no son verdaderos ni falsos por más que cierta inercia racional nos incite a identificar la realidad con la verdad. Verdad o falsedad son estimaciones morales de la realidad, lo cual no debe confundirse con una realización moral del criterio de la verdad como algo independiente de los juicios particulares de verdad o falsedad. La concepción de la verdad es siempre real en tanto que interviene, como cualquier otra concepción, en alguna faceta de la realidad, mas no por ello lo real equivale a lo verdadero. No puede demostrarse la verdad de una proposición argumentando que es real, puesto que todas las proposiciones, al margen de lo falsos que sean sus contenidos, lo son por el hecho mismo de ser propuestas o de poder ser propuestas. La verdad o falsedad es un atributo que otorgamos a los hechos para intentar explicar la realidad o para cerrar las explicaciones de la realidad, pero en modo alguno se ajusta a la realidad o la define. La interpretación humana de las cosas es un fenómeno psicológico real, pero las cosas no serían verdaderas o falsas sin la participación de la mente humana. El peligro que encierra esta observación es que, a su vez, procede de otra fuente, salta de la mente al metaente: si el pensamiento que estudia la realidad no puede dejar de valorar los hechos como verdaderos o falsos a no ser que deje de pensar, cuando el pensamiento se dirige hacia el pensamiento de lo verdadero o falso está efectuando valoraciones abstractas de sus propios procesos mediante el uso de referencias internas sobre lo verdadero o falso de lo verdadero o falso. Lo cual, en la práctica, incapacitaría para saber el significado de lo verdadero o falso sin tener previamente asimilado un significado de lo verdadero o falso. Se corre el riesgo de incurrir en la parálisis de un ad infinitum. Pero si esto es así, nunca podremos averiguar si lo verdadero o falso depende de un juicio o si el juicio depende de lo verdadero o falso. La cuestión, creo, permanece abierta.

Aunque al afirmar que la realidad es todo y que todo es realidad esté recurriendo tácitamente a un criterio de verdad (lo verdadero en este caso sería la idea de que todo es realidad y realidad es todo), es el único criterio que engloba todos los criterios y que admite, por tanto, su negación por otros criterios; pero que este hecho suceda o pueda suceder sólo ratifica la validez de su significado totalizador por más que no sea posible renunciar a la paradójica posibilidad de rechazarlo como inválido.

El lenguaje no permite elucidar más de lo elucidado sin caer en el absurdo, pese a que el absurdo también tenga razón de ser.

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A: Si digo que todo es verdad también estoy diciendo que es verdad que todo no es verdad, luego la afirmación de que todo es verdad no es cierta y, en consecuencia, tampoco es verdad que todo no sea cierto. No veo la forma de salir de este atolladero cerebral.

Z: Sabiendo que los hechos son la verdad, que la verdad está en los hechos y no en los conceptos que manejamos con palabras.

A: Si los hechos son la verdad, cuando digo «estoy comiendo dátiles» sin estar comiéndolos de hecho, te estoy comunicando algo que, efectivamente, no estoy haciendo, pero el hecho de comunicarte algo es un hecho cierto, puesto que gracias a este hecho sabes que no estoy comiendo dátiles.

Z: No es verdad lo que me dices, pero es cierto que me lo dices.

A: Entonces reconoces que el hecho planteado es veraz por una parte y falso por otra. Pero si un hecho es parcialmente falso no puede ser completamente verdadero. Y si no es completamente verdadero tampoco puede ser completamente un hecho. De modo que, según tu teoría, la verdad total está en los hechos, hechos que aceptan el error de la mentira. Ahora bien, si queda claro que la verdad no está en los hechos, ¿dónde está si no?

Fuente: Entre brumas. Inédito. 2000.

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