Jeffrey Cahterine Jones, Dark Angel |
1. Golpe de Estado Constitucional. Los medios suelen recordarnos el 23 de febrero de 1981 como el delicado día en que un majestuoso Bribón hizo frente a unas fuerzas, acaudilladas a la sazón por un señor con sombrero de charol y cacharra en mano, cuyos propósitos golpistas detuvo haciendo gala de una lealtad a la democracia que salvó a los españoles de quién sabe cuántos años de tiranía pretoriana.1 A mi entender —que puede ser poco pero es honesto—, nada más lejos de la realidad. El verdadero golpe de Estado se urdió en los nebulosos años que median entre la muerte del caudillo en noviembre de 1975 y el 6 de diciembre de 1978, fecha que conmemora la forzosa ratificación del texto constitucional por el pueblo español. Para empezar, no hubo transición del régimen dictatorial al parlamentario, sino una transacción entre las oligarquías del orden franquista, de un lado, y los líderes de los partidos mayoritarios de la oposición, de otro, para reformar desde arriba el aparato de Estado de tal modo que se ajustase a los criterios de homologación neoliberal exigidos por Washington. Tampoco hubo la necesaria purga de los criminales que ocuparon posiciones privilegiadas mientras duró la plaga caralsolista ni la justa rehabilitación de las víctimas no ya de la guerra, sino de la posguerra, cuya memoria tiene aún la huella funesta de un tabú.2 Ninguna demanda por genocidio o crímenes contra la humanidad por los campos de concentración, represalias y fusilamientos a sangre fría; ninguna restitución del patrimonio saqueado por las tropas victoriosas; ninguna acusación de terrorismo a la Iglesia por su colaboración con las matanzas y el intensivo lavado mental de la población durante décadas; nada que apunte siquiera vagamente a la intención de una limpieza institucional o de una reparación sistemática, tan sólo una amnistía que precisamente significaba el juramento de no mirar atrás impuesto a los vencidos y gracias al cual muchos verdugos y corsarios del Movimiento pudieron envejecer plácidamente, con el peculio intacto y sin causas pendientes. A lo expuesto hay que añadir el hecho de que en todo proceso de configuración nacional que se precie el gobierno constituido no puede erigirse en gobierno del periodo constituyente, pero ya se sabe: Spanish is different. Además, tampoco hay que olvidar que el actual monarca es el sucesor directo de Franco por mandato personal y como tal juró mantener la congruencia con las Leyes Fundamentales, así que no debemos extrañarnos si a la sociedad española se le sigue sin reconocer la soberanía de diseñar otra fórmula política donde, por ejemplo, la figura del rey sea superflua y los poderes estén debidamente separados. La Constitución vigente se dejó caer como una losa y se mantiene bien custodiada a fin de que nadie ose moverla, ya que en la práctica ha servido para cometidos tan abusivos como íntimamente relacionados entre sí:
— Confiere a la monarquía atributos del más rancio absolutismo, como la inmunidad vitalicia del Jefe de Estado y su indiscutible capacidad para sancionar las leyes, es decir, para decretarlas o vetarlas.
— Consolida el bipartidismo como dogma gubernamental y reduce las alternativas democráticas a una rutinaria alternancia de cuadros de mando.
— Cierra de antemano cualquier tentativa de cambio sustancial en el concepto y organización del Estado.
— Considera letra muerta las condiciones requeridas para el bienestar básico de la ciudadanía, como el derecho a una vivienda digna.
En ningún caso puede negarse que la Constitución española constituye un blanqueamiento de imagen ejemplar para todos las países dispuestos a modernizar sus despotismos bananeros. Aplicados a la renovación de la hipocresía nacional en sus aspectos más ornamentales, los responsables de confeccionar nuestra carta magna ni siquiera se molestaron en revocar la modificación del huso horario impuesto por el régimen paquista para alinear los relojes peninsulares a las Potencias del Eje con la Orden de 7 de marzo de 1940 «sobre adelanto de la hora legal en 60 minutos». De esta manera, se perdió el huso que corresponde a la mayor parte de la geografía española (GMT+0) y la situación, lejos de mejorar, vino a agravarse cuando en la década de los setenta se introdujo otro desfase horario entre invierno y verano so pretexto de la crisis del petróleo. No me cabe duda de que existen otros motivos para mantener vigente una medida que nació como guiño a las ebulliciones fascistas suscitadas por Hitler y Mussolini. Una causa entre las que pudieran dilucidarse para explicar por qué se prorroga este trastorno radica en que al adelantar el tiempo oficial respecto al solar se consigue que el currante medio pase las horas de luz natural en el lugar de trabajo y en casa las que necesitan luz artificial. Por consiguiente, se reduce el gasto de electricidad de las empresas a costa de incrementar el consumo energético de los hogares.
2. Guerra de Irak. Viene siendo un denominador común en los debates sobre la invasión de Irak por parte del gobierno usamericano entender que el fin primordial ha sido adueñarse de los abundantes recursos petrolíferos de la región y puede que, en líneas generales, así sea, pero el hecho de que la pacificación sea todavía inviable puede obedecer a intereses lucrativos aún más sórdidos o, dicho en términos pragmáticos, mejor calculados. Gracias a la guerra permanente en Irak, la economía estadounidense puede en la actualidad controlar a su antojo el precio del barril de crudo en el mercado global: es la prerrogativa por estar en el ojo del huracán. Téngase en cuenta que el funcionamiento de las bolsas está subordinado cada vez más a la circulación y sesgo de la información, lo que permite que toda percepción de inestabilidad se traduzca automáticamente en una subida del valor que poseen las fuentes energéticas, el combustible indispensable para alimentar los excesos que el mundo desarrollado toma como medida de su normalidad. Póngase después al dinosaurio anglosajón racionando las ecuaciones de la verdad allí donde menos necesidad hay de ella y algunas incógnitas quedarán despejadas.
NOTAS
1 De habérselo propuesto, con este papelón pintiparado podría haber competido contra Henry Fonda por el Óscar al mejor actor en la edición de 1981.
2 Fijaos si llegaron a ser perversos los sicarios de Franco, que muchos cautivos torturados y finalmente asesinados fueron enterrados boca abajo con la cristiana bendición de alcanzar antes al infierno.
Bravo!!!!!!
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