12.8.15

EN LA CRIPTA

La verdad se descompone en tiempo, el universo se enfría como un cadáver.
Ángel ROMERA

Como de costumbre en estos descosidos estivales; como en el fomes de probarse en todas posiciones la raspa que uno danza bajo la sincronía de sus capas más blandas, se me duerme el alma por las pinzas, justo desde los dedos que acompañan, en los extremos, a los más fuertes campos de mi corporeidad hasta la huella de dolor que fornece rumorosa, nervio a nervio, el núcleo anatómico de la misma.

Ayer cavilaba, sin ningún asidero filosófico que me afirmara el pensamiento, que ser y cuerpo son dos extraños interpenetrados por una intimidad que el uso tiende a congregar en la estrechez resignada de una sola pieza; dos prisioneros siameses destinados a separarse de la fusión imperfecta que apenas culminan en el ardor, dado que en el ínterin, entre las cotas ganadas a las necesidades regulares de la escafandra tisular, meramente se soportan. Llevar la presencia puesta como una entidad somática es certificar que somos unos recién llegados al sustrato de la materia, sitiada antes que situada en sus discretas prerrogativas por el séquito de averías, molestias y degradaciones que medran a expensas de ella. Concebido por algunos como una máquina de supervivencia, el cuerpo es muy pobre y muy capaz, seguramente por eso, de haber evolucionado como un vampiro del aliento errático que quizá haya sido y será, informe en su latencia, el inquilino que lo habita.

Aunque vaya contra toda evidencia biológica y suponga una inversión indemostrable de las relaciones de causalidad que manchan con la sombra de la locura a quien las impugna, ¿no arde empeñada la carne en ser una lámpara de horrores, aliviada es verdad por algunas fisuras maravillosas, y no mece en su interior, dosificada con cada soplo, la chispa de un genio atrapado a quien el hábito de desear lo que sus órganos piden, tamizado por el miedo de extinguirse con ellos, harán creer a lo largo de su cautiverio que nada, no otra cosa es que un organismo?

Fotografía tomada por Gabriel Bouys en la exposición Body Worlds de 2008 celebrada en Los Ángeles. En ella se muestra a una bailarina de flamenco sin peineta, sin crótalos, sin faralaes, sin piel y sin vida. La obra salió de la factoría del doctor Gunter von Hagens, quien no solo embalsama con el sombrero encasquetado, sino que es mundialmente reconocido por ser el inventor de la plastinación, una técnica que consiste en extraer los líquidos corporales por medio de solventes para sustituirlos por resinas elásticas de silicona y otros compuestos termoestables tipo epoxi. Por sardónico que parezca, este tratamiento permite el manejo de restos humanos con fines muy creativos. Los cadáveres proceden de donantes voluntarios y (esto es lamentable) de cuerpos que nadie reclama. Obligados a darlo todo por la multiplicación del espectáculo, ni a los muertos dejan ya descansar con sus carcasas.

11.8.15

PARÁBOLA DE LOS GEÓMETRAS

P: ¿Qué pregunta debería hacerle a un interlocutor desconocido para saber si su cerebro es humano o artificial?
R: ¿Qué pregunta debería hacerle a un interlocutor desconocido para saber si su cerebro es humano o artificial?
P: ¿Me tomas el pelo?
R: Eso sería imposible, llevas la cabeza rapada.
P: ¿En qué te basas para afirmar eso?
R: ¿Cuándo se cayó el papelito que cegaba la cámara de tu pantalla?
Fragmento del chat que mantuve con un computador que respondía al nombre de Eugene Gootsman. Ahora que el paradigma robótico cobra autoridad moral, encuentro más instructivo analizar las caras en silencio que hablar con sus titulares.

Seamos veraces con nuestras fantasías: hay modos infinitos de hacer creíble el mundo, pero no otro de ser realista; inspeccionemos, provistos de cautela, la relación con nuestros pronósticos: de las múltiples interpretaciones que la coincidencia entre imaginación y suceso no agota, cabe estimar la posibilidad de que si un sueño se cumple la realidad a la que remite transcurra todavía en una dimensión onírica y la conciencia empiece solo a ser verdadera donde acaban los nexos que tiene por ciertos. Así pues, con la firmeza que imprimen las dudas que retornan enriquecidas tras haberlas convertido en axiomas prófugos de bostezos, o más bien rearmado con el vicio de pensar lo mismo de maneras distintas, lo que la fase inventiva de la noche me ha traído hoy parece digno de ser anotado en la cuenta premonitoria de futuribles descarríos, aunque el relato vaya esmirriado en la osamenta conceptual.

Entre los usuarios de teléfonos listillos y similares alguaciles tecnológicos hacía furor una aplicación concebida para componer figuras geométricas, similares a engranajes, anémonas y celentéreos, que se materializaban a bajo coste gracias a un polímero revolucionario en atención a tres sorprendentes propiedades: los ingenios producidos con este compuesto eran flotantes en condiciones atmosféricas normales, quedaban vinculados permanentemente a la huella informática del propietario y se mostraban capaces de desarrollar movimientos sencillos a partir de señales inalámbricas cifradas. Amén de la exclusividad, el mayor atractivo de estas emanaciones volátiles consistía, sin embargo, en que admitían ser combinadas entre sí conforme a un sistema dinámico, inspirado en los autómatas celulares de von Neumann, que evolucionaba siguiendo una serie de diseños interactivos responsables de traducir como impulsos motrices los estados anímicos más votados en la red social de productores de insignias (con este apelativo se popularizaron frente al plastic inmortal signatures del registro de patentes).

Los espacios públicos fueron invadidos por un enrejado colorista de estructuras mutantes y el fenómeno pronto desbordó el análisis aprensivo de las autoridades, cuya reacción ante la avalancha de enganchados a esta nueva necesidad expresiva se tomó bajo la presión de una pasión emergente que nadie en fuero externo aconsejaba forzar. El impacto cultural del juego era tal, tantos los forofos adheridos a esta contagiosa distracción, que por consejo de una pléyade de expertos en todo tipo de ciencias, blandas y duras, los creadores de opinión asumieron el consenso de propugnar la coyuntura como una epifanía, el renacimiento del espíritu humanista encarnado en la construcción comunitaria de un monumento impredecible, único en la historia. ¿Quién, salvo un ser superior o un observador inabordable, se arriesgaría a oponerse al crecimiento de esta envoltura estrambótica que ya desde el principio los más juiciosos críticos denominaban, con fusca elocuencia, Babel 3.0? Que una de las consecuencias inmediatas fuera el oscurecimiento progresivo de las ciudades, o que el proyecto amenazara con estrechar mentes, océanos y continentes mediante un horrendo abrazo sintético, no fue impedimento para declarar el mamotreto Patrimonio de la Humanidad y delito cualquier acción, de obra o de verbo, que redundara en daños para la integridad del conjunto o representara un ataque infamante a la honorabilidad de la empresa, en la cual también los menores de edad aportaban una fuerza numerosa que podía volverse contra sus detractores amparándose en la vulnerabilidad de la infancia...

Yo sólo pasaba por allí. Y si no es falso que pertenecemos a aquello que hemos soñado, allí continuará una parte de mí.

En la ilustración, lámina correspondiente al género Ascidiae del tratado Formas artísticas de la naturaleza de Ernst Haeckel.

7.8.15

ADMIRACIÓN Y DESAFÍO

A un amigo que me conoce mejor que yo a él y luce el donaire de acompañarme como si fuese al contrario

Uno, que había entrado en la mar, dijo sintiendo levantado el estómago: «Señor patrón, tened la nao, que quiero vomitar».
Melchor de SANTA CRUZ
Floresta española

Sin negar, que no procede, las variadas y lejanas influencias recibidas en la copela de nuestro ennoblecimiento, querer adoptar como genuinos los valores que uno mismo no ha forjado semeja el absurdo de proponerse habitar un cuerpo que no es el propio e incurre en la desmesura de tomar por virtud el error de vestir como verdades eternas un hecho que, indudablemente, tiene mucho de cierto en la fugacidad de quien lo ilustra: la elusión de la responsabilidad singular de descubrirle sentidos a la existencia en beneficio de la más cómoda elección de conformarse con las ruinas, parcialmente hospitalarias aún, que antaño ofrecieron esplendores como palacios, templos o castillos. Por amplias y bellas que sean estas reliquias conceptuales, por elevado que sea el ascenso mélico evocado en las arquitecturas donadas a la memorable búsqueda de la sabiduría, sus moradas convienen más a los espectros que a las empresas de los vivos, sentenciados a purificar el mundo de la experiencia en su experiencia del mundo.

Si hay un valor perenne digno de enlazar a los hombres a través de azares, pueblos y distancias, no es otro que la hermandad que todos los espíritus excomulgados por obedecerse a sí mismos comparten, cual signo de mutua admiración y desafío, por encima de la impronta histórica desde la cual hayan sido iniciados, más allá de la lengua que les sirva de buril con las ideas y al margen de la opinión que susciten a sus contemporáneos.

En L'Apparition de l'ange à Joseph, La Tour recrea el momento en que, según San Mateo, un emisario divino se le apareció en sueños a José para inducirle a aceptar la mochilita que María traía consigo. Hoy hablaríamos de alucinación hipnagógica, adulterio, cornúpetas y otras benditas fatuidades. Quede aquí constancia de la anécdota como prueba de la sugestión, quizá indeclinable, que media en cada contacto cognitivo con la realidad. Incluso la pretensión de adaptar las ideas a los hechos revela ser una idea, no un hecho.
 
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