29.9.12

SANTO, BARDO Y CARNICERO

Situarse frente al vacío, a la nada, a lo demoníaco, a lo inhumano, a la tentación de regresar al mundo animal; todas estas experiencias extremas y dramáticas son la fuente de las grandes creaciones del espíritu.
Mircea ELIADE
La prueba del laberinto

Una buena guerra es como un buen amor: merece la tragedia. Ahora bien, y la tragedia, ¿merece la existencia a la que confiere la fe del sentido robándole la vida? En un mundo competido con los semejantes en miasmas de naturaleza compartida, hay que ir a la guerra aunque por amor no se quiera, hay que combatir contra purulencias invisibles y permanecer en guardia para no ser avasallado por el desenfreno de otros. Fuera de esta pugna continua a sueño o muerte por conservar el caduceo de la individualidad, ¿dónde está la diferencia esencial entre darse por vencido o vencer? Las victorias sólo existen para quien cree en ellas, pero la realidad última de la lucha se concentra alrededor de un punto clave situado en el amasijo interno de lo inevitable: uno tiene que aprender a destruirse incluso a través de la voluntad ajena.

Con Hermes presidiendo el cortejo, The Souls of Acheron en un óleo de Adolf Hirémy-Hirschl.

28.9.12

ESOS ELLOS

Tal vez lo que buscamos no sea más que un sueño que, pese a convertirse en parte integrante de nuestras vidas, nunca existió en realidad. No podemos estar seguros de que estudiemos algo real, porque no sabemos lo que es la realidad.
Jacques VALLÉE
Pasaporte a Magonia

Nada de prosaicos interrogantes; para desconcierto general de sabios y necios, la incógnita que quiero abordar a caricia de brisa conduce a enigmas más profundos y pultáceos porque se resiste a encajar en nuestro modelo cognitivo: con la fauna errátil de sus ocupantes, los platillos volantes existen, pero la variabilidad de su aspecto y comportamiento se ajusta demasiado significativamente a las creencias propias del estrato cultural al que pertenecen los testigos que han presenciado esta clase de misteriosos fenómenos como para descartar el ensayo de otras explicaciones distintas de las habituales hipótesis que suministran sus fervientes divulgadores y del desprecio mostrado por sus detractores. En otros momentos históricos, las apariciones de entidades anómalas se relacionaban con la intromisión en los asuntos humanos de íncubos y súcubos, ángeles y embajadores de otros mundos, avatares divinos y seres elementales de la naturaleza, y es importante mencionar que también los trasgos, hadas, elfos y gnomos, los habitantes del reino feérico al completo, así como los fantasmas que importunan a los presentes al introducir en su ámbito cotidiano la alteración imprevista de un poltergeist, son precedentes que exhiben patrones de interacción muy semejantes en sus líneas argumentales al joven folklore generado alrededor de los ovnis; tanto, que hay investigadores calificados que los contemplan como hechos entrelazados que evolucionan de forma sincrónica con los usos y costumbres de los observadores que han tenido la suerte o la desgracia de asistir a sus actuaciones. ¿Qué o quiénes son esta serie de protagonistas extramundanos que han inquietado la conciencia de las gentes desde edades remotas, además de hacerse dignos merecedores de fantásticos atributos que nutren de motivos renovados las leyendas populares? Sospecho que se trata de proyecciones o materializaciones de una inteligencia capaz de operar a través de grandes magnitudes de tiempo y modifica su apariencia según fines que no podemos discernir todavía, quizá estrechamente vinculados a la manipulación de la conducta mediante la estimulación de ciertos códigos residentes en el imaginario colectivo, si es que su sentido último no cae fuera de la lógica racionalista a la que deseamos reducir los problemas que nos afectan y cuyo origen no llegamos a concebir. En verdad, los casos se producen, son tan reales o tan delusivos como cualquier otro acontecimiento detectable en la franja de sucesos perceptibles y, sin querer abundar aquí en la constancia de sus vestigios, el más exigente curioso dispone de un cerro de documentación fidedigna a su favor para negar a tontas y a locas —al insensato todo se le antoja disparate, menos el suyo— las evidencias físicas que han dejado, con frecuencia, tras concurrir en el escenario de nuestro orbe.

Alienígenas, intraterrestres, espectros de los muertos, viajeros procedentes de espacios interdimensionales, criaturas del futuro lejano que sondean el pasado, emisarios o saqueadores que nos visitan desde universos superpuestos, alucinaciones provocadas por la sugestión masiva de una fuerza desconocida, manifestaciones psíquicas excepcionales que se mueven dentro de un territorio perdido entre la ensoñación y la vigilia,... Oficialmente, nadie parece saber a carta cabal lo que hay detrás, y quienes podrían investigarlo con rigor científico prefieren no pronunciarse al respecto por temor a hundir en el descrédito sus carreras profesionales. ¿Mi versión? Dos, y anticipo que ninguna me convence. Puede que el demiurgo que nos ha diseñado intervenga caprichosamente —siempre desde nuestro punto de vista— con absurdos elementos narrativos en el guión de modo análogo al autor que, insatisfecho, revisa constantemente su obra o, aburrido, improvisa juegos que involucran a sus personajes, que bastante harán por sí mismos si alcanzan a intuir que están siendo objeto de un acertijo monumental. Otra conjetura es que cohabite con nosotros una selecta comunidad secreta, humana o no, que se mantiene reacia a identificarse mientras se encarga de representar en la frontera de nuestros sentidos una misión secular valiéndose de una tecnología de la influencia que, por ahora, ignoramos. Que hable a la ligera de creacionismo correctivo y de tramas omnímodas dirigidas yo, que empiezo a dudar que el Sol sea un perfecto holograma, me pone en el percutor de la bigardía. ¿Cuál es la contrapartida? Ninguna, vemos lo suficiente para asegurar que estamos en la oscuridad y en tales circunstancias el pudor me vuelve inverecundo por necesidad; hasta es improbable que pida en estas líneas terminales que se me exculpe por la ceguera de haber intentado horadar un atajo de luz hacia otro sueño mayor. «Sólo los espíritus agrietados poseen aberturas al más allá», palabra de un estafador de abismos.

Andrómeda encadenada, de Gustave Doré, a merced del monstruo marino Ceto, que no llegará a derramar la sangre de la doncella gracias a la intercesión de Perseo, enamorado a primera ojeada de sus beldades.

21.9.12

VIGORETA

En cuanto se tiene un martillo, todos los problemas empiezan a parecer clavos.
Viejo adagio

Ningún sentimiento que produzca vergüenza, culpabilidad e inhibición acorazada de los afectos es auténtico, sino que replica interiormente un proceso de adiestramiento punitivo asimilado en fases previas de la existencia. Si por comer en exceso me provoco una indigestión, se trata de un castigo natural del que a nadie, salvo a mi exclusiva glotonería, debo hacer responsable, pero si de resultas de compartir la pasión del lecho con otra mujer distinta de mi amada experimento remordimientos tras haber disfrutado sin fisuras de la ignición erótica del momento —cariño, sólo es un ejemplo—, ese efecto en modo alguno es inherente al acto sexual ni saludable para mi equilibrio anímico, sino que prolonga los tentáculos represivos de una conducta inoculada por los temores de una cultura en cuyo ambiente he crecido. La moral es poco más que un ejercicio solemne y repetitivo de literatura, y puesto que los cuentos destinados a niños grandes poseen una importancia vital para los moribundos de motivación y los licuados de carácter, para los faltos de miras y los adictos a excusas, para los cobardes encaretados y todos los periecos, en suma, por lo que a mi respecta procuro, prescindiendo de los implantes subordinados al control social, concentrar la fuerza original de mi pensamiento en poner a punto el aparejo espiritual necesario para promover la revuelta al mundo que el revuelto mundo complica. Evidentemente, tengo mis códigos, y si no pocas veces el comportamiento ajeno me parece reprensible, practico la gentileza de abstenerme de dictar enmiendas a título individual a fin de que se entienda a la recíproca mi rechazo frontal a recibir normas correctivas, incluso cuando la invisibilidad de las mismas parece silenciar los rigores de la tutela o se alegan desde fuera razones de índole superior.

Lejos de vocaciones hatajeriles, siempre me he dirigido en selecto a los náufragos de sí que se han acercado a esta isla dispuestos a saborear una confianza que, acertada o no, quisiera igualar a la de conversar con mi propia ánima, y, que recuerde, a ninguno le he ambicionado instrucciones de uso sobre la particularidad de su extravío. Mal que nos pese, a esa nefanda tarea ya se dedican quienes se obstinan en tirarnos por la borda para salvar un barco que acusa como nunca el exceso de equipaje; inmersos en el patetismo de adormecer las emociones enfrentadas, hasta es probable que la autoridad al mando le ceda la palabra al timonel más pigre para echarnos, envueltos en el placebo de la campechanía, caramelos envenenados de consenso: «no son estos tiempos buenos para escudriñar en las esencias ni para debatir si son galgos o podencos quienes amenazan nuestro modelo de convivencia»; confites envenenados, he dicho bien, porque la adversidad empieza a ser letal cuando los dirigentes dejan de fingir que protegen a las personas y empiezan a dar señales inequívocas de que se protegen contra ellas.

Representación correspondiente al Hombre Universal según la visión de Hildegard von Bingen, autora de una obra tan extensa como inspirada que incluye tratados de medicina, transcripciones de experiencias místicas y reflexiones de naturaleza religiosa. A este último conjunto pertenecen el Liber Divinorum Operum, del que procede la imagen, y el Liber Scivias

18.9.12

SONATA DE LOS CAÍDOS

En estos orificios y cuchitriles que somos vive un rostro oculto que no se nos parece.
Guido CERONETTI
El silencio del cuerpo

Errado, o quizá camino de no estarlo, por haber comprendido que el alivio de abandonar con la sonrisa alta la carga de emprender una proeza supera en su nulidad la consecución de los compromisos y logros que se enroscan al pecho cual boas de plomo fundido, he perdido el gusto de entender que la realidad, a torsión de irrespirable, se mueve necesariamente por ficciones que son resultado de las fricciones entre los seres que comparten la extensión inconclusa de un vacío vital donde sólo el tropo de una invención mayor, autoinclusiva, permite conectarse a las fuentes evaporadas del conocimiento, esos reversos coincidentes que excepcionalmente nos toleran porque quien halla, calla. Hay, por hacer un símil de lo próximo inasimilable, pensamientos que vienen de lo alto y otros que proceden de lo hondo; vuelos diurnos que se elevan sobre la conciencia y tribulaciones nocturnas que la disminuyen sorbidas por la gravedad de un insoluble; proyectiles de lógica agonizante que transgreden incendiarios a quien los recibe en una coronación intransferible de dolor, y seductoras cascadas de connotaciones envolventes que empañando desnudan a la visión los paisajes conceptuales donde se manifiestan.

No sé de qué enclave saldrá: si de arriba, de abajo o de alguna transversalidad improvisada, pero me siento tan tentado de afirmar que todos somos avatares divinos y cada vez que alguien muere la divinidad despierta un poco más del sueño cósmico, que me tiento sentido de provocar la inversión del aserto y negar en el rotundo inmediato, sin evidencias ni transparencias, lo que por supuesto carece de ellas. Efusivo del desdoblamiento, uno no puede permanecer demasiado tiempo lúcido ante su lucidez sin que le arda por dentro la mirada: es un derrame de ausencia por el monstruo poético que representamos como viajeros de lo humano. No hemos venido a este mundo para ser libres; tampoco para sufrir por sufrir ni purgar culpas anteriores a nuestro nacimiento: si nada objetivamente lo indica, si en el eterno revuelto prevalece la omisión de nuestra razón de ser, mi añorada desesperanza es que estamos aquí no para algo, sino por querer descubrir las claves con que nosotros mismos hemos cifrado en un proyecto de encarnación el enigma de la existencia.

De las cinco versiones que conozco de La isla de los muertos de Arnold Böcklin, la atmósfera onírica de la primera  transmite como ninguna el temperamento lóbrego del autor. 

13.9.12

ANTICUERPOS CELESTES

Florida dispersión de los seres en El festín de los dioses de Giovanni Bellini, maestro de Tiziano.

A Esteban Hernández, por la yesca

Todos mis esfuerzos por devolver su sentido a la búsqueda no tienen otro efecto que hacérselo perder más aún y provocar mi estupefacción, exactamente como cuando procuro recobrar el recuerdo de un sueño y este recuerdo se me funde entre los dedos.
Jean-Paul SARTRE
El ser y la nada

Cansado de desmitificar realidades insignificantes y resabiado a todas sombras para poder preñar de persuasivos mitos alguna irrealidad significativa, sólo espero de los míos que sean lo bastante sinceros para querer ocultarme el mondo de ciertas reverdades lirondas...

Nadie es ajeno a su futuro; nada ajeno es resolutorio en cuerpo de alma y nada, sino nadie, extraigo del intermedio donde se codifica el contragolpe de gracia: si me quitan la fe en la muerte, me muero.

10.9.12

LOS INNATURALES

El primer deber en la vida es ser tan artificial como se pueda; el segundo, no lo conoce nadie todavía.
Oscar WILDE
Frases  y filosofías para uso de la juventud

Podemos denigrar el concepto de dignidad humana por la evidente artificiosidad del valor moral que se atribuye a la persona siguiendo un patrón general de tratamiento que ignora o aplana la calidad individual, pero será una diatriba que tampoco estará exenta de querer que una estimación subjetiva, en este caso una desvaloración, se extrapole como lectura por defecto de nuestra condición fabuladora. Desde cualquier orientación que examinemos la ontología del simio sabidillo, lo máximo que podemos hacer en la búsqueda de su esencia es certificar, con mayor o menor elegancia de recursos, que estamos naturalmente atrapados en la indefinición de lo que somos, es decir, que somos realmente ficticios por adaptación al medio en el que estamos.

Como en El beso de la Esfinge de Franz von Stuck, enamorado de sus ilusiones el hombre encuentra la nutrición primordial que lo libra de la anomia. 

8.9.12

MANJAR DE MUGRES

Lo fantástico es que para tranquilizar a la gente basta con negar la evidencia.
Robert BRESSON, cineasta

La realidad del poder sobrepasa en truculencia lo que uno suspicazmente imagina. Sumergida en secretos ominosos, no es posible mirar de cerca la cara oscura de las élites sin padecer el puyazo del asco ni arriesgarse a pagar con algo más caro que la vida el atrevimiento de rehusar sus complicidades, cuando se tropieza con ellas, o de querer iluminar sus coluvies desde los disimulados imbornales cuando al fin se descubren; son secretos que, en última instancia, se tapan con una verdad fabricada gracias a la prodigiosa intervención del aparato mediático y judicial, las cabezas preponderantes de una hidra victoriosa especializada en engullir oficialmente todas las miserias que exceden lo asimilable por una sociedad para, llegado el caso, ofrecer un manjar de mugres tragable por la masa, que al haber sido polarizada aceptará la comunión impersonal con el espectáculo creado a tal efecto. ¿He de recordar que cuanto más repetida es una noticia, menos importancia tiene y mejor distrae de los auténticos problemas?

La faz reservada de los poderosos encubre más aconteceres dudosos que su rostro visible, del que también se sabe bastante poco, apenas lo necesario para atisbar, sin pruebas concluyentes y difícilmente expurgables del rumor, que existe ese otro lado innombrable que bajo ningún concepto debe ser expuesto a indagaciones minuciosas. Pero cuando la corrupción se encuentra instalada a sus anchas al más alto nivel, ya no puede llamarse así, no se trata de una excepción censurable a la norma, sino de otra dimensión objetiva del mundo degenerado cuyo esclarecimiento obligaría a utilizar de forma provisional la expresión terrorismo de Estado mientras se encuentran calificativos más exactos, es decir, la definición en grado sumo de lo execrable.

Quien ante la visión del desafuero no quiera representarse a sí mismo como el San Jorge de Vitale da Bologna, debería preguntarse en qué se diferencia de los excrementos del dragón...

7.9.12

FE DE ERRATAS

Lo creado por el espíritu es más vivo que la materia.
Charles BAUDELAIRE
Cohetes

Admiramos a título particular la belleza, la inteligencia, el donaire y cualquier otro rasgo excepcional que no dependa de la voluntad de su beneficiario, en una primera refracción para restarle importancia a las cualidades que sí dependen de ella, pero también, y quizá con más intensidad, como refuerzo psicológico necesario para que esos atributos atípicos se mantengan dentro del acervo que los prolonga a través de la reproducción, interés que proyectado a una escala temporal amplia supone un proceso de selección cultural de los genes causantes mediante el estímulo del prestigio y la calurosa acogida que reciben sus mediatos, quienes sin ser responsables de la generosidad natural que gozan, pueden contribuir por iniciativa propia a la continuidad de algunas de sus singularidades ventajosas. Por razones análogas, deberíamos superar la achatada laxitud que conduce a ese mecenazgo actual de las muestras negativas derivadas de una naturaleza en extremo cruel o precaria cuando se complace en manifestar taras hereditarias que irrumpen con malformaciones incapacitantes, enfermedades degenerativas y deficiencias intelectuales graves, monumentos palmarios de la desgracia en los que su arte combinatoria gusta de fantasear monstruosamente con el hombre. Sin embargo, en vez de paliar la infiltración progresiva de esos errores congénitos, una protección estereotipada de los mismos tiende a presentar a la víctima con el aura beatífica del santo, y de una circunstancia adversa se obtiene por efecto de las gratificaciones una clase de favorecimiento incondicional que ignora el nada improbable impacto de esas lacras en la descendencia. Entiéndase con probidad mi advertencia: no abogo porque los feos o los idiotas dejen de engendrar —para mí, guapos y listos son engendros por igual de un acto, la procreación, que repugna por sí solo—, ni promuevo la vileza de estigmatizar a quienes nos parecen ejemplares poco aptos —¡con lo inepto que soy yo para ser yo!—, ni apruebo la persecución que representa condenar al desamparo a los frutos más débiles del azar o de la frecuente insensibilidad de los progenitores que conscientes de su mal lo propagan; lo que defiendo es la virtud de negarse a conceder recompensas inmerecidas a los renglones torcidos de la evolución para impedir que las erratas soslayables de la especie se multipliquen con el transcurso de las generaciones y lleguen a infligirle un deterioro irreversible. Dado que estoy en el nadir de desplegar al compás de estas objeciones una loa al optimismo social, debo precisar que no hablo de perfectibilidad, que es la ciencia del megalómano, sino de evitación. Así, la distribución arbitraria de premios y castigos, elogios y vituperios, posee relevancia histórica, tendríamos que remontar la conciencia de su función alfarera del comportamiento y arrostrarnos a sacrificar los dioses venideros a la competencia de modelar un diseño biológico en consonancia con el sentido estético de la obra, siempre terrible, que entraña el existir: el animal humano debería aspirar a ser mejor sujeto de deseo y menor objeto de repulsa. No se trata, matizo, de degradar al individuo en el que detectamos caracteres transmisibles indeseables cuya cruz innata sería abyecto remachar, sino de eludir las pautas de valoración que rebajan al afortunado que no los tiene cargándolo con la autoflagelante prótesis hecha de piedad a cambio de permitirle recaudar un venenoso sentimiento de superioridad por el trato azucarado de colaboracionismo asistencial, debilidades morales de la implicación que sirven de incentivo a cierta ortodoxia opuesta e interpuesta a alcanzar logros libres de la peor decadencia, la que hace rimar cada decisión con su muletilla humanitaria, siendo el primero de ellos corregir la aparición de fallos que sólo un calandraco querría para sí o para sus hijos.

El árbol de los cuervos, venerable ejemplo de la natividad de lo sublime en mitad de la desolación tan presente en el talento de Caspar David Friedrich.

6.9.12

LA ROCA DENTRO DEL ZAPATO


Lo que sé, ya lo soy; lo que soy, ya lo he perdido por quererlo saber...

Como puede comprobarse en vista de mi último invitado, estoy preparado para recibir las visitas más extravagantes.

5.9.12

GRAMÁTICA DE COMBUSTIÓN INTERNA

No me pregunten quién soy ni me pidan que siga siendo el mismo.
Michel FOUCAULT
La arqueología del saber

Las palabras que se declaman en alabanza del orden, de la libertad, de la religión, de la patria, del pasado, del porvenir, del bien común y de la vida suelen estar entre los resortes más eficaces para provocar actos de repulsa o de adhesión en situaciones vulnerables a la presión acuciante del concepto, pero es un efecto que consiguen agitando fementidamente contra sus destinatarios el sedimento fangoso de miedos sin enfrentar, ambiciones sin satisfacer y prejuicios sin identificar que todos, en mayor o menor medida, acumulamos a pesar de la conciencia en el alcantarillado gutural de la psique cuyos bramidos comunican augurios de bosque negro, el epiléptico trayecto de su dédalo prohibido. Y es que las palabras, en especial las que se incorporan a los himnos, reglamentos, catecismos y alocuciones, con independencia de quien las emita salen cargadas siempre o casi por el Diablo... Otro lenguaje es requerido para trabar contacto con el corruptible encanto de la creación, un lenguaje tenebroso depurado de elementos foráneos como puede serlo el que nos habla desde el magma transitivo de visiones por donde aflora resplandeciente el encuentro con la realidad imantada de significación que es el momento andrógino de lo sagrado.

Retrato de Gregorio Palamás (1296-1359), místico antes que teólogo y responsable de dar forma metódica al hesicasmo, práctica ascética muy difundida entre los monjes del Próximo Oriente que busca la unión trascendente con la divinidad a través de tres ejes de armonización de la existencia: la soledad entendida como retiro del mundo, el silencio como sustrato de la revelación y la quietud como ausencia necesaria de preocupaciones.  

3.9.12

UN OFUSCADO DESPERTAR

Lo único insoportable es que no hay nada insoportable.
Arthur RIMBAUD

5:55 de la mañana. Aunque la luna persiste alta todavía desde la rueda interrogante de sus gestos, bajo esa cenefa de penumbra sólo puede llamarse noche al prontuario horizontal de los tejemanejes del día, no al preludio del fastidio laboral que interrumpe súbitamente el descanso o su irredenta dispersión en el insomnio. Enciendo el dial mientras preparo el desayuno y mi cocina se llena de un hedor sofocante. No se me han quemado las tostadas de pan autobendecido, es el tufo que desprende el canal informativo Radio 5, Todo Inmundicias.

A pocos sorprenderá en este avanzado entremés de la lobotomía cultural que la radiotelevisión pública, liviana en contenidos comerciales, sirva casi en exclusiva de medio propagandístico a los gerifaltes de moda; uno espera que los periodistas, esos crótalos de la palabra, se muerdan la lengua a la hora de contar según qué cosas so pena de ver extirpado tan versátil órgano bucal, diestro por igual en el mentir y en el lamer, pero encontrarme con un sermón en toda regla como cabecera del noticiero de las 6 me ha dejado noqueado. En el fragmento que he podido escuchar —por fortuna para mi reacio despertar, la homilía estaba acabando— se increpaba a los más desfavorecidos a «recomenzar, que es comenzar de nuevo» y «no darse por vencidos» ante el infortunio porque «tirar la toalla es una cobardía», empleando al hacerlo un tono de falsa dulzura, digno de madrastra metida en créditos de reprimenda, que no dejaba ninguna duda sobre el sentido último del discurso: nadie, salvo quien los sufre, es el culpable de sus apuros económicos. Así de simple. Al final, tras el locutor sujetándose con una torpeza muy voluntariosa las ganas de decir amén, se olvidaron de añadir a la tabarra su ya clásico «que se jodan», que hubiera tenido la ventaja de ser menos deshonesto.

Tribunal de la Inquisición de Goya. Sin comentarios.

1.9.12

EQUÍVOCO DE ÉNFASIS

Tang Yau Hoong
Somos incapaces de contentarnos con ver sin inventar, entre otras razones porque sin inventar no vemos nada.
José Antonio MARINA
Elogio y refutación del ingenio

Turbulento por la oscilación ínfima de mis eternidades, errático como el insondable retorno sobre la intuición que transporta a ninguna parte y parte de la sensualidad decantada que no se comprime en la evasiva desencantada, necesito la tormenta como el presente la evocación inmemorial de los dioses que fui en los hombres que seré. Espirales disipadas de confrontaciones infinitas, las pequeñas muertes y los más pequeños aunque bruscos, poderosos renacimientos, me han abandonado por haber llevado al hastío mi rebeldía. Nadie se rebela impunemente contra una idea, y menos aún contra una experiencia del límite: al atacarla, uno se une a ella como la sombra de una fatalidad imprevisible. Y, sin embargo, ¡qué disparate! Para llamar vida a la vida, la lucha por la existencia debiera ser vencida por la lucha por la excelencia. Tengo escrúpulos, y no pocos; también tengo deseos, y si aquéllos no bastan para ignorarlos, mi desaparición en el cansancio tampoco llega a colmarlos...

Si el mundo fuera reparable, ya no sería, sería ya amnesia. Le he cogido gusto a la claridad que se refleja a sí misma en las concreciones axiales del acontecimiento descifrable, mas sé que es un hogar no apto para mí: sobre el abismo soporto mejor la vaguedad de mi ser en el religioso desconcierto sin altares ni enciclopedias que me niegan desde siempre las evidencias. 

EL EXORCISTA

El caníbal ingiere a su víctima para adquirir virtud; nosotros expulsamos a las nuestras para adquirir inocencia. Nuestro crimen no es solo el más sofisticado, sino también el más grave. Y se trata del crimen cuya ejecución, todos nosotros, en cuanto que sociedad, exigimos a menudo unos de otros. Negarse a perseguir a la víctima propiciatoria establecida por la sociedad se interpreta como un ataque directo contra ésta.
Thomas SZASZ
La fabricación de la locura

Produzco más sentido del que consumo —¿oigo risas a mi vera?—, pero se trata de un esfuerzo de traducción que acometo a expensas de los significados previos añadidos por otros a la realidad, de lo que se sigue una labor enriquecedora sólo cuando uno entiende con clarividencia cioranesca que «toda conquista objetiva supone un retroceso interior» y puede adoptarse como un ejercicio de impecable estupro la concepción de formas menos crédulas o más impertérritas de destruir la importancia de la existencia asaltando, en un primer antiacto de desasimiento, su comitiva concéntrica de aberraciones, como la fascinación compulsiva por los miedos del yo, la tétrica búsqueda del provecho material o la preservación ostentosa de la menudencia individual mediante la propagación del prestigio que reemplaza, en la huera putrefacción de las creencias, al ordeño metafísico fallido al que antes se abandonaba la salvación exclusiva del ánima con un plomizo más que elevado alarde de penuria.

Esta virulencia que barrena repeluznos es la plegaria irreverente conocida como la Extracción de la piedra de la locura y nos espera en la colección de inigualables que El Bosco tiene en el Museo del Prado.
 
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